Psicología del acto creati

Psicología del acto creativo

La teoría de la acción se ha centrado exclusivamente en el
estudio de la acción física, los actos observables y las acciones
de fuerte energía. Pero se ha interesado muy poco hasta el
presente por la acción mental, la ideación, las ideas, que son
actos de débil energía.


El individuo situado en un punto del espacio-tiempo, Yo, Aquí y Ahora, existe
porque actúa. La acción confiere al individuo su existencia ya que ella implica
el uso del espacio-tiempo que es la materia de los actos, de la acción, de las
acciones. Sin espacio-tiempo no hay acción. No hay individuo. Y viceversa. Y
no hay individuo sin acción -en la misma medida que el hecho de respirar ya es
una microacción, aunque inconsciente-.
Acción física y relación con el entorno

El individuo desarrolla dos modos principales de acción por las cuales se
integra al medio y se socializa. Y por las cuales, a la vez, actúa sobre el medio.
La primera de estas relaciones del ser con el mundo físico y social es una
relación de fuerte energía. La producción de actos no es concebible sino como
un coste, un consumo o una disipación parcial de los recursos biológicos
disponibles. Los diferentes elementos del presupuesto vital humano son
limitados. Esta idea general ligada a la acción física de fuerte energía es
familiar al ergónomo, capaz de calcular el número de Kcal (kilocalorías)
invertidas en una actividad determinada o en una serie de acciones por unidad
de tiempo. 1 Existen fórmulas, en efecto, que permiten medir el coste
energético de los actos físicos humanos.
El ser es consciente, pues, de que todo acto, toda acción física tiene un coste
biológico, energético y temporal. Y puesto que el ser humano es
profundamente racional y pragmático, busca que sus acciones -ya sean para la
supervivencia, el trabajo o el conocimiento- supongan un esfuerzo y un gasto
mínimo de su presupuesto-tiempo y de sus reservas energéticas. Y que
impliquen a la vez una compensación, una gratificación. Y si es posible, un
placer.
El individuo, consciente de las limitaciones de sus recursos vitales, adopta una
actitud digamos de “gestión”, y un comportamiento “contable”. Él es impulsado
a razonar en términos de costes, a contabilizar sus ganancias y sus pérdidas, a
reducir la complejidad de sus acciones para evitar la fatiga. Busca así modificar
las reglas de proporcionalidad entre el acto y el resultado, disminuir la cantidad
de energía disipada y aumentar el grueso del resultado.
1 Kilocaloría es la unidad de energía térmica igual a la energía necesaria para elevar en un grado centígrado la masa de un kilogramo de agua. Actividad mental y autoconciencia

Decía al principio que el individuo desarrolla dos modos principales de acción.
Y hemos examinado brevemente el primero. Si éste se caracteriza por el coste
en términos de fuerte energía, inherente a los actos físicos, el segundo al
contrario comprende los actos de débil energía, que no conllevan esfuerzo
aparente. Son los pequeños actos imperceptibles, o apenas visibles, de las
decisiones, microactos de mínimo coste energético -por lo menos en
apariencia-, como observar, reflexionar, tomar notas, leer, teclear el ordenador.
Son todos ellos actos a pequeña escala y de trazos aparentemente fugaces,
pero cuyos efectos pueden producir a veces, fenómenos de fuerte energía.2
Por ejemplo, comprender, descubrir, idear, imaginar, inventar, crear algo
nuevo. ¿Cómo se producen este tipo de movimientos mentales?
Percepción y acción internas

Observémonos a nosotros mismos. Hay un instante, en el devenir de nuestras
rutinas cotidianas en que, de repente, tomamos conciencia de “alguna cosa”
que ha captado nuestra atención. Esa cosa puede ser una sensación, una
percepción interna, un recuerdo que nos asalta, un conocimiento o una idea
que surgió sin esperarla. La expresión “percepción interna” que he utilizado
más arriba, precisa una puntualización. Nos parece que percibir es
exclusivamente una relación entre nosotros y el mundo exterior, como una
función que corresponde a los sentidos en contacto con el entorno: percepción
visual, auditiva, táctil, etc. Y estas experiencias sensoriales nos hacen olvidar
que la percepción es un proceso localizado en la corteza cerebral y, por tanto,
ésta es sensible no solamente a las señales externas, sino también a los
estímulos internos.
Retomemos el tema. Cualquiera que sea esa “cosa”, que surge en la mente, se
nos va apareciendo nítidamente. Es como una intuición que toma forma
inteligible. Cobra entidad y fuerza en el campo de conciencia. Desde ese
momento, la idea va y viene a la memoria, se va perfilando, construyendo y
perfeccionando hasta que nos armamos de lápiz y papel para anotarla. O
hasta que la abandonamos y la olvidamos.
Lo que llamamos campo de conciencia es un continuo neutro, una especie de
pantalla de conocimientos donde las ideas son proyectadas y permanecen con
mayor o menor persistencia. O se desvanecen para reaparecer de modo más o
menos intermitente. O para ser olvidadas. Cuando una nueva forma mental
aparece a la conciencia, ésta deviene su trasfondo sobre el cual la forma de la
idea se recorta y destaca.
Naturalmente, cuanto más fuerte es esa experiencia, o cuanto más interesante
es la idea surgida, más nítidamente destaca sobre su fondo. Más tiempo
2 Una muestra de un acto mínimo de débil energía es la firma de la orden de ocupación de Irak, que ha desencadenado actos de fuerte, violenta y contínua energía bélica. permanece en la memoria. Va y viene a ella con mayor persistencia. El interés
o el valor de una idea es proporcional a la mayor dificultad o imprevisibilidad de
que ella emerja en la mente.
Dicho esto, observemos que estamos hablando de dos aspectos simultáneos
de nuestro ser, que están entrelazados indisociablemente. Hablamos de
percepción interna, algo que ocurre en nuestro cerebro y no fuera. Y de
psicología, pues lo que sentimos o percibimos es evaluado por nuestra cultura,
expectativas y cuadro personal de valores. Por consiguiente, estamos
hablando aquí de psicología de la percepción, pero también de imaginación y
creatividad.
La forma existe por su fondo. Y viceversa

La psicología de la percepción o Gestalttheorie (teoría de la Forma) ha
revelado la existencia de una ley fundamental de nuestras actividades
perceptivas, ya se trate de percepciones externas o internas. Es el principio de
que toda percepción (todo “percepto”, a lo que podemos añadir todo
“concepto”) constituye la superposición de éste sobre su fondo, que puede ser
el de un objeto en el campo visual, o el de una idea en el campo consciente.
Esta ley la comprendemos de manera evidente y sin necesidad de mediar
palabras cuando estamos viendo una figura negra sobre un fondo blanco. Esta
figura la distinguimos y la podemos recordar por su forma y su contraste,
recortándose nítidamente sobre el fondo. Un signo sobre el papel. Un objeto
sobre la mesa. O un sonido sobre el silencio. Que también es una forma
(audible) sobre un fondo -aunque esto nos cueste más de comprender-.
¿Dónde está la dificultad? En el hecho biológico de que los humanos somos
seres visuales. Nuestro sistema sensorial está básicamente determinado por la
importancia predominante de la visión: el sentido de mayor alcance en la
distancia y que tiene, como la mente, un especial poder separador en cualquier
campo: de conciencia o de visión. Y, además, dado que “El ojo cree en lo que
ve”, como decía muy bien Brunswicg, comprendemos mejor lo que podemos
ver. Y si es posible, tocar.
Entonces, nuestra concepción de qué es una forma está cargada de
exterioridad. Y de fisicidad: aspecto, tamaño, volumen, dimensiones, peso,
textura, color, tacto, temperatura son cosas físicas. Objetivas. Todo esto es
bien evidente en las cosas externas. Pero el cerebro entiende mal lo que
sucede en su interior. ¡Ah, si pudiéramos verlo! Asistir visualmente a cómo
nace una idea, cómo evoluciona y se configura. Si eso fuera posible,
seguramente nos maravillaría descubrir el trabajo coordinado y veloz de las
neuronas; el trabajo en red funcionando numéricamente: por 0 o por 1.
Podríamos ver cómo el surgir de una idea en la mente es la aparición de una
forma con una identidad propia, aunque al principio sería algo informe o
impreciso todavía. Veríamos cómo se construye la forma mental ¡la idea!
resaltando sobre el fondo neutro y continuo de la conciencia. Que ha devenido
neutra porque la fuerza dialéctica de esa misma idea la neutraliza. Los
contenidos de la memoria se disuelven entonces bajo la presencia de la idea.
Cuanto más fuerte es ésta, más su fondo colabora para darle brillo y relieve.
Más clamoroso es el silencio mental. Fascinados por la idea, ella se impone a
la memoria y nos olvidamos de todo lo demás. Entonces decimos que la idea,
como la Forma, es pregnante.
Lo ideal y lo real

Una idea es tan real en la mente como lo es su ulterior realización material. O
su enunciado verbal. Hay tres puertas para exteriorizarla: 1, explicar la idea a
otro es la primera puerta; con lo cual le estamos dando a esa idea si no forma
visible sí forma imaginable. En este punto la idea comunicada implica dos
formas mentales compartidas. 2, dibujar esa idea es la puerta mayor y más
directa para hacerla comprensible, al convertirla en visible. Y 3, la última puerta
de acceso al mundo real es cuando la idea ya es un hecho, un objeto de la
realidad exterior. Entonces, la idea se ha transustanciado: es una cosa física
que la contiene.
Lo que aquí planteo se opone a la experiencia fisicista empírica que considera
que una idea sólo es “real” cuando se materializa en el mundo exterior. Parece
que una idea sólo empieza a “existir” cuando es exteriorizada. Cuando pasa de
una mente a otra. Cuando ha sido comunicada. Pero ese es un prejuicio
simplista, reduccionista. Porque la idea ya existe antes de ser comunicada.
¿Cómo podríamos comunicarla a otros si no existiera en la mente? Antes de
ser formas materiales las ideas son formas mentales.
Siguiendo lo apuntado al principio, antes de que un dato sea registrado en la
conciencia, esa conciencia está en un estado desordenado o difuso, con
posibilidades iguales para uno que para cero -en términos de la teoría
matemática de la información-. Una vez que la mente interacciona con los
datos y con la idea que emerge, está decididamente en estado uno (positivo).
Así, pues, con la formación de la idea la mente pasa de un estado
desordenado y difuso a un estado consciente y ordenado.
Una idea es una construcción, una estructura que se hace inteligible en la
mente de quien la concibe. Una idea es orden construido donde no lo había
respecto a lo que esa idea concierne. La segunda ley de la termodinámica3 se
basa en el hecho de que en el universo hay muchos más estados
desordenados -como el flujo de los acontecimientos, por ejemplo- que
ordenados: las ideas, las construcciones. Las ideas se individualizan en el flujo
de la conciencia y se diferencian del caos. Ellas son su contrario:
elaboraciones que la mente organiza.
3 Termodinámica es la ciencia que se ocupa de los intercambios de energía. Si las acciones de fuerte energía pueden medirse en Kcal, las acciones de
débil energía, como la ideación y finalmente las ideas, se miden en términos de
Información (H en bits).4 Esto es, cantidad de información, de novedad o de
originalidad que ellas contienen y que es lo opuesto a cantidad de redundancia
(lo ya sabido). Información, originalidad y novedad son en alguna medida,
sinónimos. Los tres conceptos se encuentran en la génesis, el desarrollo y la
forma final de las ideas. Pero a partir de la teoría matemática de la
comunicación, la noción de “información” ya ha dejado de ser la “noticia”, la
“novedad” que uno lee en la prensa e interpreta subjetivamente, y pasa a ser la
medida de la novedad o de la originalidad en términos objetivos, como por
ejemplo, la medida de la complejidad de un sistema, de un organismo o la
cantidad de originalidad de un mensaje. La mente humana tiene una capacidad
limitada para tratar la Información que recibe a la velocidad de 16 bits por
segundo.
El qué y el cómo

El objeto de este ensayo es separar bien claramente para una mejor
comprensión, dos aspectos del pensamiento que se encuentran íntimamente
ligados, pero que son diferenciables intelectualmente: la ideación como
proceso y la idea como resultado. Y si esta última es una forma mental, el
proceso por el cual ha sido construida tiene también la forma de su rastro: su
recorrido temporal. Porque entre un problema y su solución, o un reto y su
respuesta, siempre media una porción de tiempo. Con esto queremos ilustrar
la diferencia que existe entre qué pensamos (una solución para una idea, una
estrategia para un plan), y cómo pensamos: de qué modo procede la mente
cuando piensa. Encontramos aquí dos formas interconectadas de creatividad:
la primera es qué problema, qué objetivo nos hemos planteado resolver. La
segunda concierne al cómo: el método, las técnicas mentales mediante las
cuales la búsqueda será más eficiente.
¿Qué pesos tienen en todo esto la intuición y la razón? Tal como lo ha
explicado a partir de sus investigaciones el profesor Gerd Gigerenzer5, la
mayor parte de las decisiones las tomamos de manera intuitiva. Utilizamos la
razón, pero mucho más la intuición, que es “la inteligencia del inconsciente”.
Una inteligencia sin pensamiento consciente, sin la cual estaríamos
paralizados. También cuando se trata de las ideas. Nos costaría tantísimo
tomar cada decisión, que tomaríamos poquísimas en toda la vida. Una decisión
cien por cien racional implicaría calibrar todos los factores, sopesar todas las
consecuencias, valorar todos los costes y beneficios, cruzar finalmente miles
de variables. Así, en lugar de solucionar un problema, estaríamos sopesando
todas las eventualidades que pueden intervenir en él para poder decidir si nos
lanzaremos o no a buscar la solución.
4 Bit es la contracción de binary digit o cuestión binaria 0-1 que es la base de la digitalización. 5 Gigerenzer es psicólogo, director del centro de comportamiento adaptativo y cognición del Instituto Max Plank para el desarrollo humano, Alemania. Algunos, siguiendo a Gigerenzer, entendemos que la intuición es una capacidad humana muy valiosa, una herramienta maravillosa que asociar a la razón. Miles de hallazgos científicos e ideas innovadoras han sido intuiciones, conclusiones del pensamiento inconsciente. después metódicamente cristalizadas en un teorema o un invento. El mismo Einstein procedió así, desde una intuición hasta su fabulosa ecuación E = mc². De todos estos temas trato en el libro reciente La Forma de las Ideas. Cómo piensa la mente. Estrategias de la imaginación creativa. El profesor Enrique Guillén, de la Universidad San Jorge, de Zaragoza, España, ha escrito a propósito de este libro, que “combina perspectivas y aportaciones de las ciencias naturales -astronomía, física, matemáticas.- y de las ciencias sociales -semiótica, sociología, comunicación, cultura.- configurando un conjunto sugestivo, exigente desde el punto de vista conceptual y atractivo para una sociedad saturada de información, pero quizá no tanto de conocimiento”. Me parece una síntesis excelente. European Communication School. Bruselas

Source: http://www.reddircom.org/textos/actocreativo.pdf

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